domingo, 26 de agosto de 2012

Érase que se era

Fuente de la imagen: archivo propio. Manuel Velasco Carretero montado en un fajo de paja, realizada en su peregrinaje por las iglesias del románico palentino (España). Para más instantáneas, clickear AQUÍ.
El jueves, en los aledaños de una era y divisando otra en la caldera del Tajo, en medio de un paraje de viñas, el contacto Paco nos contó la historia, narración o parábola de “Era”, que esta mañana me tomo la libertad de recordar, imaginar, adaptar y transcribir el resultado, por si es de interés. 
Érase que se era una vez un paraje de cultivo que disponía de una era, suelo empedrado circular donde fundamentalmente antaño se trillaban, separar el grano de la paja, los cereales. La era o época donde se desarrolló esta historia, puede ser cualquier tiempo pasado, presente o, incluso, futuro que prefieras.

La superficie cultivada era rentable, tanto por la tierra en sí como por el buen saber hacer del que la labraba, que era un buen reconocido agricultor. Todo el conjunto era propiedad de un buen padre, que tenía dos queridos hijos. Un hijo era muy inteligente y laborioso. El otro hijo era listillo y holgazán. El agricultor, que era previsor y presentía el fin de su existencia, reunió a sus hijos y repartió la herencia. Al listillo le dejó el terreno de cultivo. Al inteligente le asignó la era.

El hijo hacendoso, que era respetuoso pero no tonto, le preguntó al padre por qué le había herenciado la peor parte. -Tú eres inteligente – Respondió – Seguro que sacarás partido a la era -. El hijo vago se apresuró a dar un fuerte abrazo a su padre para agradecer la dicha recibida. No te confíes, hijo mío – Comentó, presintiendo un uso inadecuado - Vela porque tu tierra de labor no se convierta en era -. - Padre, eso no puede suceder, la era de mi hermano se encuentra empedrada y mi trozo es rica tierra de cultivo - Se pavoneó.

Llegó la hora y el padre pasó a distinta vida, supongo, y los hijos tomaron posesión de la herencia. El inteligente emprendió la rentabilización de la era, alquilándola en el verano para el trillado de cereales y ofreciendo servicios adicionales a los usuarios. El listillo se puso a esperar la primera cosecha, la cual fue muy beneficiosa debido a los previos trabajos en vida del padre.  Contrató los servicios de recogida y trillado y se puso a esperar la siguiente campaña sin mover un dedo.

Por su parte, el propietario de la era amplió el uso del empedrado al resto de las estaciones climáticas, para preparar argamasas, clasificación para la siembra, etc. Llegó el siguiente año y el suelo de cultivo, al no recibir los mimos que acostumbraba el padre, registró un exiguo rendimiento. Al ver la ridiculez de la mies, el hijo poltrón perdió el poco interés que tenía por la tierra y decidió emigrar a la ciudad, no sin antes, cual plato de lentejas, legó las hectáreas de labranza a su hermano. El hijo inteligente recibió el terreno y se puso a trabajarlo. 

Recordando los usos y costumbres de su padre, labró con disciplina, técnica y sutileza, de forma que al siguiente período de recolección, se había conseguido una producción similar a la de los mejores años de su extinto padre progenitor. Volvió el listillo de la ciudad, a tiempo de ver la abundancia que su hermano estaba procesando en la era y quedándose sorprendido expresó: - ¡Qué maravilla de cosecha ha dado mi tierra! -. A lo que el laborioso respondió - Querido hermano: “era” tu tierra - .

Cumpliéndose el presentido presagio del santo sabio padre. Gracias, Paco, por la historia. El dibujo es de una trilla tradicional de cereal, con trillo, en una era (Fuente de la imagen: Wikimedia Commons). Imagen incorporada con posterioridad; fuente: archivo propio: trata de una foto, montado en un fajo de paja, que me hicieron hace unos años, en mi peregrinaje por las iglesias del románico palentino (España). Si quieres más instantáneas, clickea AQUÍ.