domingo, 28 de mayo de 2006

Cara de Idiota

Imagen incorporada posteriormente. Chibi de Manuel Velasco Carretero, realizado por rvs.
Me he levantado esta mañana, me he mirado al espejo y por un segundo he sentido como dice la canción de Nena Daconte “Solo soy... esa cara de idiota”[1]. Ya es la segunda vez que me la han jugado en estos últimos tres años. En la primera ocasión muchos piropos, muchas invitaciones, muchas palmaditas, pero me dejaron colgado un buen pico (y menos mal que corté el grifo, lo siento por aquellas personas que querían que siguiera). El proyecto me llegó a través de un conocido y la empresa, según él, tenía mucho futuro delante y la familia, según él, era seria. La palabra de caballero, un apretón de manos, es muy importante para mí y, además, estaba el aval de mi “amigo”. 

Y en esta circunstancia barrunto algo similar. Llevo varios meses elaborando un texto técnico sobre las NIIF; es la segunda vez que lo he actualizado. Ahora me dicen que se congela el proyecto, que debo incorporar la adaptación que se realice del PGC, que lo lamentan, que me pagarán un 5% más, pero que el mercado docente es el que manda. Me encuentro indefenso; generalmente se firma el acuerdo y se entrega un porcentaje de lo acordado al inicio, otro a mediados del trabajo y otro al final. Pero el trabajo me llegó a través de un “amigo” y la empresa es, según él, una de las consultoras más importantes de los países de habla hispana. ¡Vamos! A dos velas que me quedo. 

En mi vida empresarial he tenido muchas satisfacciones por el trabajo comercial bien hecho. Con los equipos comerciales bajo mi responsabilidad, por ejemplo, hemos comercializado más de doce millones de kilos de aceituna de aderezo (venta de más de dos campañas en un año), negociaciones muy duras con Comaro, Camacho, etc. Ahí están los resultados, calculen ustedes, a 105 ptas. el kilo de media -sin clasificar, clasificada, cocida, etc.- ; pero primaba siempre la idea ganar/ganar. Cerca de quince millones de litros de vino (excedentes de más de dos campañas), mejorando sensiblemente los precios de otros años. etc.

Pero se ve que cuando soy yo solo, la confianza en las personas, la amistad, la palabra, los principios y valores que sustentan mi perfil… se ve que entonces mi forma de ser, de actuar, a veces, me juega estas malas pasadas. En el desayuno le cuento a mi familia estas impresiones y reflexionamos de forma conjunta, en grupo. Era nuestro amigo, soy yo el responsable, concluimos. Llega el preceptivo silencio. Observo la botella de aceite Hojiblanca, la rodaja de tomate, el olor a ajo refregado en la rebanada tostada de pan cateto de Álora, el aroma a café Santa Cristina. Miro a mi la familia mientras suena la Pequeña Serenata Nocturna (Allegro) de Mozart (CD “Pasión por Mozart”, por cierto, regalado en Carrefour, ¡gracias!) y empezamos todos a tararear ¡Ta! ¡Tata! ¡Tatatata!... 

Me levanto, vuelvo a mirarme en el espejo y me digo: “Dulce idiota, mil veces firmarías lo que has vivido, lo que vives y lo que vivirás, aunque fuera un segundo más de vida”. Nos vamos a la playa, a ver que tal día hace hoy (ayer estaba el mar encrespado). P.D.: Fijaros, hasta José Sarria me había cedido unos versos para insertarlos en la presentación del, por ahora, sucumbido texto técnico (gracias Pepe). Os dejo con esa creación:
“Me gusta tu insolvencia 
a pesar de mis dólares, 
y en contra de mis talonarios
porque nunca quisiste más riqueza
que la que se conjuga
en presente, sin fondos de pensiones,
ni amor a largo plazo.
Mi saldo es éste: yo, tan pobre,
y tú tan rica a base de insolvencias.”
Versos pertenecientes a un poema de amor titulado INSOLVENCIA,
de José Sarria (Málaga, 1960).
(Formato cambiado con posterioridad. Fuente de la imagen: sxc.hu). Imagen incorporada posteriormente. Fuente: rvs.
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[1] Nena Daconte. Idiota (2005).