domingo, 5 de agosto de 2007

Cuarto y mitad de coaching

Imagen de la academia, Vaticano, con Aristóteles, Platón... Fuente: javiermirapeidro en pixabay
Me dijo ayer una persona que aprecio mucho: “En realidad, eres un coach”. "Nooo, por favor, no me hables de coaching", le respondí. Agradezco el comentario, presunto piropo, desaire (según se mire) o matiz profesional, pero pienso que hoy a cualquier cosa le llamamos “coaching” y, desdichadamente, su uso actual es tal que la cotización del concepto está por los suelos.

Llegado a un punto, en realidad, todos/as los que de forma coyuntural o estructural procuran sacar lo mejor de otro u otros, ya sea un colaborador, amigo o familiar, están realizando coaching ¿Sí?, bien en lo profesional o en lo personal. De hecho, el término se reintegra desde el deporte, entrenamiento, e, incluso, algunos filósofos griegos utilizaban estas técnicas con su alumnado.

El coach no da respuestas, sino que estimula intelectualmente y facilita la búsqueda de las soluciones. Cuando escucho hablar o leo a algunos de los llamados a sí mismos “expertos en coaching”, o floreadamente acreditados por conjeturales apócrifas y fraudulentas organizaciones que, en ocasiones, ellos mismos han creado o han propiciado con su grupo de incondicionales, se me viene a la mente el chiste del consultor y del pastor[1] (Imagen de Platón, fuente Wikimedia Commons). Imagen incorporada posteriormente; fuente: javiermirapeidro en pixabay.
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[1] Que me contó Paco en 1993 y que trata de la crítica que le realizó un pastor a un consultor, en el sentido que llegaba este último sin idea de lo que era un rebaño de ovejas, soltaba su opinión y para cobrarse se llevaba el perro, pensando que era una oveja.