viernes, 23 de junio de 2006

El Mundial

Fuente de la imagen: archivo propio
En mi vida he tenido la suerte de disfrutar de amistades sinceras y proactivas, pero cuando era pequeño, esta estrella era más substancial, dado que el niño suele estar un tanto desabrigado o perdido en la mar de sinsabores que puede llegar a ser la niñez y los verdaderos amigos suelen actuar unas veces de brújula y otras de timón. Tenía un amigo que era del FC Barcelona y otro que era del Real Madrid. Los dos me preservaban de socarronerías y bufonadas de terceros con una bravura digna de destacar, recibiendo ambos, en más de una ocasión, una buena tunda.

Mi familia no nadaba en la abundancia, apoyar en las labores del campo era una necesidad para muchos niños, unido a otras contrariedades de la infancia (tartamudez, tardía escolarización, inadecuados planes de estudios, alejamiento del núcleo de población, escasas relaciones personales, la vara de almendro del maestro, timidez, etc.), generaban al niño nuevas trabas y dificultades de convivencia e integración en los escasos días de escuela rural.

Pero allí estaban mis dos amigos. Provenían de lo que entonces se decía “buenas familias”. Eran insuperables jugando con el balón y cuando participaban en un partidillo informal, exigían que Manolo también debía ser elegido en el reparto previo al encuentro (yo era rudo con los pies). Cuando, por ejemplo, las palabras me salían entrecortadas y alguien, chico o grande, se reía, allí estaban ellos. En fin, recuerdos hay como para llenar 100 blogs. El Real Madrid entonces estaba fuerte, no hacía mucho de sus copas de europa seguidas y el plantel de jugadores era interesante. El Barcelona no estaba como el Madrid pero ahí andaba el equipo, procurando hacerse un hueco. Descubrí que lo que me gustaba no era tanto el Madrid o el Barcelona como esa pandilla de amigos de la que formaba parte.

Sentados en la orilla del río Guadalevín, un día me preguntaron de qué equipo era ¡Tierra trágame! El azúcar de la breva que acababa de comerme activaría la energía de mis neuronas y respondí: “Del Atlético de Madrid”. En un partido que había escuchado en la radio, un gol de un tal Luís Aragonés, había enfebrecido al locutor que narraba el evento. Luego me enteré que ese gol estuvo a punto de darle al Atlético la que hubiera sido su primera Copa de Europa, frente al Bayern de Munich. Imagino que esa vivencia fue la que utilizó mi subconsciente para salir del apuro y resolver la situación emocional de un plumazo.

Pasaron muchos años hasta que volví a decir que era del Atlético. Fue cuando bajó a segunda. Diego me regaló una insignia con el escudo. Luego subió a primera y me olvidé de nuevo. Ahora veo dirigir a Luís y jugar a Torres, pero también a Raúl, Pujol, Casillas, Pernía, Sergio Ramos, Xavi, Iniesta, Xabi , Cesc, Davil, Cañizares, etc. y mi corazón recuerda a mis amigos de la infancia. He disfrutado en el primer partido del Mundial y he sufrido en el segundo. Quiero que llegue a la final pero no voy a ser cruel si no pasan de octavos. Incluido su entrenador, siento que es un equipo mentalmente joven, con ilusión y que ya nos ha transportado muy lejos. Hoy me siento de la Selección. ¡Sí, Sí, Luís, ya me has llevado a Berlín! (Formato del texto modificado posteriormente. Fuente de la imagen: elaboración propia).